domingo, 6 de mayo de 2007

Cálido amanecer


Termina el alba y ella se tiende en el llano. Trémula y cadente, desnuda su pecho puber al sol erecto, su amante.
Fotogafía tomada el 02/04/07 a las 06:30 am. Lomas de San Gabriel, V.M.T. Lima-Perú

Sólo para tus ojos...


Ella sabe cuándo un instante dice más que mil palabras; cuándo la imagen y la palabra se deben amalgamar en exquisita comunión para que, el impacto de la ilusión y lo real, quede impregnada en vuestra retina para siempre... La Wonder Woman de la fotografía les regala los mejores y peores momentos del acontecer diario captados por el lente fotográfico.


Una de mis mayores diversiones de pequeña era jugar con una cámara fotográfica (vieja y malograda luego por mí) de formato 120 y unos binoculares que mi padre tenía guardados en el clóset.

En el verano, durante las vacaciones del kinder garden, solía jugar a la Mujer Maravilla con mi prima mayor, pero también pasaba horas de horas jugando a fotografiar, me sentaba muy cerca del parapeto de la azotea con la cámara y los binoculares (que pesaban casi un kilogramo) para observar y congelar, en un clic, el sol sobre el mar del sur . Mis provisiones eran dulces, galletitas, refresco y para descansar la vista, mis cuentos de Walt Disney (los que ojeaba de cuando en cuando). Pedía en las navidades una cámara nueva, pero ¡vaya! Papá Noel siempre me traía el regalo equivocado: muñecas y más muñecas.

A los siete años tomé mi primera fotografía con una Kodak pequeña de formato 110. Antes que una gran pasión, fue una de mis pequeñas travesuras. Saqué la cámara a escondidas de mis padres para fotografiar al niño grandulón del barrio que solía lastimar a otro más pequeño y así denunciar el hecho ante los mayores. También fotografié a mi perro Pucho. Hoy no existen ni la foto ni Pucho (debe estar en el cielo), pero aquella cámarita de 110 (otra, más moderna) por fin pude usarla a vista y paciencia de todos, luego de cumplir los 15 años.

Hice muchas tomas en la escuela, durante el recreo (fotos muy pícaras a mis amigas/os) y durante mi viaje de promoción de 5to año (viajamos al Cuzco, la clásica, jaja), pero no muchas vistas salieron bien, fue lamentable, casi todas eran de Macchu Picchu y comencé a investigar por qué se habían velado.


Llegó la universidad y me inscribí en la Escuela de Ciencias de la Comunicación (siempre quise estudiar periodismo, algo raro en la familia porque todos son matemáticos) y por fin, en el tercer ciclo académico pude llevar el curso de fotografía. Adquirí mi primera cámara réflex semi profesional y al mes casi la pierdo para siempre.


Camino a la agencia de viajes donde debíamos embarcarnos para ir a Cerro Azul (Cañete, Sur de Lima) y realizar nuestras prácticas de fotografía, me robaron todo el equipaje incluyendo mi nueva cámara, lentes y trípode, pero felizmente lo recuperé todo. ¡Pasé el gran susto de mi vida! Mis padres recién se enterarán de esto cuando lean mi blog.


La mejor foto que tomé en todo el curso fue a mi querido y añorado sunset, aquel que había iluminado mis juegos y sueños de niña. Pero fue mi maestro, el gran Oscar Pacheco quien me impulsó a continuar con la fotografía.

Más adelante, me inscribí para la carrera de Fotografía Profesional con el genio César Pita Consiglieri (adoro a los italianos, no sé por qué) lo cual me permitió sumergirme en el mundo maravilloso de la imagen, viajar y laborar en diversos medios de comunicación.